2020-03-102020-03-102019-12http://nomadas.ucentral.edu.co/index.php/inicio/29-produccion-de-conocimiento-hegemonia-y-subalternidad-nomadas-20/425-el-otro-nicaragueense-en-el-imaginario-colectivo-costarricense-algunos-retos-analiticos-y-politicos978-987-722-557-0https://repositorio.iis.ucr.ac.cr/handle/123456789/505Es cerca del mediodía y la temperatura alcanza unos 35 grados en la comunidad de Guasáule, en la región fronteriza entre Nicaragua y Honduras. De pronto, los vehículos que transitan por la carretera Interamericana, la cual enlaza a los países centroamericanos, se detienen. La disminución de velocidad causa extrañeza, pero pronto las dudas se despejan. Grupos de niños y niñas detienen el tráfico, pues han llenado con tierra algunos huecos de la carretera y a cambio cobran una especie de “peaje”. Con bolsas plásticas que han recogido forman una especie de cuerda, y colocados a ambos lados de la carretera, la alzan al aproximarse un vehículo. Ellos y ellas están en edad de cursar estudios en la escuela primaria, pero es más urgente reunir unas monedas para llevar algún ingreso a sus hogares. Más adelante, no solo niños y niñas llenan huecos, también señores de unos 50 o 60 años cargan un poco de tierra en un balde. Con la esperanza de recibir algún dinero, les señalan a los conductores la labor realizada. Mientras tanto, el gobierno del Presidente Arnoldo Alemán (1996-2002) colocó cientos de vallas publicitarias con la consigna, “Hechos, no palabras”, a lo largo de la carretera Interamericana. Este contraste entre el “peaje” informal y la publicidad de Alemán deja ver un cinismo gubernamental que no puede ocultar la pobreza en Nicaragua, solo superada por la de Haití en América Latina. Ya en la frontera entre Nicaragua y Honduras, niños y niñas corren a lustrar el calzado o a ofrecer agua a los turistas. Una de las niñas, Olga, se acerca y pide una moneda. Con un cajón de lustrar zapatos en la espalda y con unas sandalias ya gastadas por el tiempo y la pobreza insiste en que le regalen una moneda. Su cuerpecito parece de unos 8 años, pero ella manifiesta que tiene 12. La desnutrición se ha institucionalizado, entonces no es “noticia”. Quizá lo más impresionante de Olga sea su rostro. Su mirada en particular parece increparlo a uno, preguntándole: “y qué hacen Ustedes para mejorar esta situación? Acá no vivimos, acá intentamos sobrevivir”. Esta descripción corre el riesgo de reproducir lo que David Spurr (1993: 25-45) ha notado en narrativas periodísticas: el efecto que produce la descripción de la pobreza que se vive en otras tierras es conmovedor, pero no deja de ser externo a la vida de quien lee o presencia los acontecimientos por televisión. “El poder de percibir la pobreza como un valor estético —dice Spurr (1993: 47)— es un privilegio no garantizado al pobre”. Conmueve, pero no afecta. “Nosotros podemos imaginar y juzgar que otros sufren, pero esto es el experimentar su sufrimiento precisamente como de ellos y no como nuestro” (1993: 52). Pese a dicho riesgo, la descripción anterior procura ilustrar algo de lo que ocurre en Centroamérica y que por lo general no ocupa o preocupa. El dolor y el sufrimiento no solo ocurre cuando hay huracanes, terremotos o sequías. Hay un dolor cotidiano que parece trivializarse e invisibilizarse. Lo que cuenta como “noticia” es la espectacularidad del dolor humano, no el dolor humano en sí.esSociologíaPensamiento CríticoCosta RicaColonialidadAmérica LatinaDerecho de MigraciónEl “otro” nicaragüense en el imaginario colectivo costarricense. Algunos retos analíticos y políticos.capítulo de libro